Frank Mayer
Por Wolfgang Runkel. Traducido y adaptado por Frank Mayer – revisado por Salvador Aldeguer

El gran desconocido

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Una nota, una jugada y peinado. Composición: Antón Busto

Si una conocida revista de un país dedica en exclusiva su última edición al mejor y más grande jugador de ajedrez de su propia historia, y todo el mundo llora por la muerte del más famoso de los matadores y único Bobby Fischer, entonces se nos ocurre alabar por fin al jugador de ajedrez desconocido en esta columna.

Por ejemplo: existe un desconocido, que es tan desconocido, que incluso su adversario que sufrió un mate por su parte, ni le conocía.

Nuestro personaje anónimo aparece como un espanto nocturno, efectúa sus jugadas de fantasma y desaparece sin dejar rastro.

También yo le conocí solamente de oídas:

Un peluquero de una importante ciudad en el norte del país, que ostenta como logo 4 rombos, colgó un tablero en su escaparate por su entusiasmo por el ajedrez.

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Para que no cayeran las piezas al suelo, incorporó unos imanes en la parte baja que fijaron las piezas al tablero.

Mientras tanto los clientes se hacían lavar su pelo, dar un masaje y todo coordinado por unas hermosas señoritas, las pobres piezas de ajedrez preservaban su asfixiante posición de salida.

Presumiblemente, el gran desconocido sintió compasión por las piezas sin mover. En todo caso y durante una noche, colocó una nota con un mensaje por debajo de la puerta: e2-e4.

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La peluquera María, una especialista “de cabeza”, que también sabía jugar al ajedrez, realizó la jugada en aquel tablero colgante y después de enjabonar otras tres cabezas y peinar sus cabellos, adelantó un peón negro como jugada de respuesta.

Ocurrió el milagro: a la mañana siguiente, cuando abrió la puerta, nuevamente estaba depositada una hojita con una jugada de las blancas en la entrada a la peluquería.

María siguió las instrucciones y puso en movimiento una segunda pieza blanca. Durante el tratamiento de las cabelleras, reflexionó la respuesta.

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(Nota: me podéis creer, antes era peluquera)

Seguramente sus clientes creían, que su peluquera estaba absorta en sus pensamientos en la forma de dar brillo a su peinado.

El procedimiento se repitió diariamente:

Nota = jugada de las blancas, peinado, jugada de las negras, hora de cierre. Nota, jugada, peinado, jugada etc.

¡Alto!

Si se tratara aquí de la literatura o de una película, entonces ocurriría algo extraordinario.

Tal vez: El jugador de ajedrez (si en realidad es un hombre), que ha empezado la partida por capricho, se ha enamorado de María por sus singulares jugadas.

Él quiere observarla durante sus reflexiones, viene a que ella le lave sus cabellos, “adivina” que ella está meditando sobre una posición de la partida y le ofrece su colaboración para analizarlo conjuntamente.

Y le deja ganar durante los días siguientes.

Más tarde, él la invita a su casa para jugar una partida. La historia de ajedrez se convierte en una historia de amor, con o sin ajedrez, pero con las complicaciones usuales.

Por ejemplo como The Thomas Crown Affair.

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La partida misteriosa “de la peluquería” podría servir también como modelo para una película policíaca.

El jugador de ajedrez forastero entrega a la peluquera unos mensajes codificados de espionaje o instrucciones, según las cuales ella debe asesinar a alguien.

Hasta el momento sin problemas.

En nuestra partida no hubo ningún fondo ni romántico ni criminal.

Todo se quedó en el marco ajedrecista.

Justo después de seis semanas a unas 30 jugadas, el desconocido hizo mate a la peluquera y terminó la partida de “las notas”.

Tampoco le ofreció una revancha. Desapareció, como suelen hacer los fantasmas.

Se había terminado “la administración de los papelitos”.

En principio, también mi columna acaba aquí.

Sin embargo, todavía me queda suficiente tiempo y líneas para preguntarme:

¿Qué buscan dos jugadores/as de ajedrez y su partida desconocida, presumiblemente sin brillantez, en una revista de ajedrez, en la cual se trata de Lasker y Fischer y otros destacados Grandes Maestros y sus ideas geniales en el tablero y sus análisis científicos?

Opino que la partida de nuestros pequeños maestros desconocidos demuestra el juego de los Reyes en su idea inicial.

Si, hoy en su día, estamos hablando u oyendo hablar de ajedrez, se trata de dinero y fama, de oficio y trabajo, de lucha (volvemos a Lasker) o de la guerra fría, como lo sabemos del match Fischer-Spassky del año 1972. (Un tablero de ajedrez se convirtió en una escena bélica.)

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En el gran ajedrez de hoy también se suceden el terror psíquico, el apretón de manos rechazado, el engaño, “lavabo-gate”, una lista sin fin de trucos para desmoralizar y extenuar al adversario.

El ajedrez es un trabajo duro, es ciencia e investigación, es arte y ante todo deporte para los medios de comunicación.

No obstante, nuestra pequeña partida de la peluquería nos muestra el ajedrez como un juego.

Si los adversarios ni se ven, ni se conocen, todo el teatro psíquico alrededor del ajedrez se omite.

No hay trucos, ni engaños, ni triunfos egoístas, ni situaciones lamentables, ni caras perdidas, ni acuerdos previos de tablas.

El ajedrez como un juego limpio y sin finalidad determinada.

El famoso poeta Friedrich von Schiller decía una vez:

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Friedrich von Schiller

El hombre sólo es un hombre entero allí, donde juega.

Nuestra partida de ajedrez de la peluquería continua un paso más hacia delante:

El ajedrez sólo es un juego entero, donde el hombre se oculta en la oscuridad.

Sin embargo, nosotros, como seres humanos preferimos ver a los maestros jugando al ajedrez que ver el ajedrez sin maestros. (Un ajedrez sin maestría – esto ya lo sabemos nosotros.)

Pero quizás nuestro gran desconocido era un maestro.

O quizás Bobby Fischer durante sus últimos viajes a la ciudad de la peluquería. O incluso el espíritu de Lasker……..

 

Por Wolfgang Runkel

Traducido y adaptado por Frank Mayer – revisado por Salvador Aldeguer

Barcelona, agosto de 2008

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