Frank Mayer
Traducido y adaptado por Frank Mayer - Revisado por Salvador Aldeguer

The Squares of the City
(las casillas de la ciudad)

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Por John Brunner 1934–1995, de origen inglés

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John Brunner

Vados, la ciudad mejor planificada del mundo, podría ser el paraíso de los jugadores de ajedrez.

Se encuentra en todos sus rincones este juego, el Presidente del país se entrega a él tanto como el último escultor en madera, los camareros sirven los tableros como si fueran exquisitos postres, los torneos locales de ajedrez son transmitidos en directo por la televisión estatal y son vistos por toda la población, se elogia al Campeón del país como un héroe del pueblo, donde se persona, acude la muchedumbre, como para asistir a un importante acontecimiento deportivo, ya mismo en sus muestras arquitectónicas, la ciudad exhibe sus relaciones con el ajedrez. El ajedrez es el juego nacional, sin duda alguna, “the great nacional institution”.

¡Sí, se debería vivir en Vados!

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Portada del libro "The Squares of the City"

Sin embargo y a pesar nuestro, esta ciudad existe solamente en la novela, en la ciencia ficción, su desacuerdo político es irrealizable.

La misma debería ser una ciudad piloto de un pequeño estado latinoamericano, debería demostrar, que la belleza, la riqueza y la justicia social pueden coexistir perfectamente.

Al menos así se pronuncian el Presidente de Vados y su asesor Mayors cargados de buenos propósitos.

Sinceramente, se erigió una compuesta obra de arte en un plazo de 10 años en la selva – tan evidente como una partida de William Steinitz y tan bonita como un enigma de Lloyd – y todo pareció ir viento en popa.

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William Steinitz

Pero tuvo que reclamar la ayuda del australiano Hakluyt, uno de los más prestigiosos planificadores de ciudades y expertos en tráfico, apuntando las primeras dificultades.

En los rincones oscuros del lugar de ensueño se desarrollaban zonas problemáticas, campesinos empobrecidos vivían en barrios miserables e inhumanos; antiguamente se les destruyó su medio de vida, cuando la construcción de la ciudad agotó todos los recursos naturales.

Hakluyt, el narrador en primera persona, debe arreglarlo todo.

Sin querer, pero de forma imparable se ve implicado en las discordias interiores; lo que se demuestra al principio solamente como un problema moral – la destrucción del espacio vital de miles de personas empobrecidas – se descubre más adelante como una cuestión política.

Porque Vados está dividido políticamente en blanco y negro y Hakluyt nada entre dos aguas.

Detrás de la fachada deslumbrante debe realizar jugadas dictatoriales y demagógicas; finalmente se da cuenta en un proceso doloroso, que él mismo está desempeñando un papel en las intrigas políticas.

Él se descubre como un simple peón en el ajedrez por usurpar al poder.

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En aquellos momentos, algunos de sus amigos han tenido que morder el polvo ya, dado que el ambiente se enrarece por momentos y parece abocado a una guerra civil.

¿Pero no somos todos sólo unos peones en un gran juego?

"Look, the man in the subway going to work of a morning has no more real control over his own activities than – well, than a piece on a chessboard“ (269).

Traducción: ”Mira, el hombre que va en el metro al trabajo por la mañana, no tiene más control real sobre sus propias actividades que – bueno, el que tiene una pieza en el tablero de ajedrez.”

Sin embargo, el proceso de la propia comprensión no se queda estancado; lo que suena a una metáfora se manifiesta pronto como un juego real.

Kakluyt es una pieza más en el juego por el poder, una pieza en una encarnizada competición de ajedrez del Presidente contra su adversario político.

Para evitar lo peor, eligen la lucha planteada con caballerosidad, pero profundamente cínica:

"So we agreed, and we took our solemn oath upon it: we would fight out our battle on the squares of the city, serving us for a chessboard, with no man knowing such a game was being played“ (303).

Traducción: “Así hemos acordado y respetamos nuestro solemne juramento: mantendremos la contienda sobre las casillas de la ciudad, que nos servirán como un tablero de ajedrez y nadie sabrá que tal partida ha sido jugada.

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No obstante, con esto no se puede derogar las leyes históricas, al contrario, lo que debe venir, llegará cuanto antes. La vida es sencillamente demasiado compleja para reducirla a una partida de ajedrez.

"…this attempt to reduce the realities of life to a game of chess would still have failed. … Maybe we’re all nothing but bits of complex machinery responding to stimuli on a totally determinate basis; often it seems to me in my job that we are. But that applies to all of us, and none of us can claim what you called the powers of God to dictate the thoughts and emotions of others” (308f.).

Traducción: “…..este intento de reducir las realidades de la vida a una partida de ajedrez, fracasaría siempre……Puede ser que nosotros no seamos nada, pero algo de la compleja maquinaria responde al estímulo de las bases totalmente determinadas; a menudo me parece en mi trabajo, que nosotros lo somos. Pero la aplicación de todo a nosotros mismos y nadie puede reclamar lo que se llama la fuerza de Díos para dictar los pensamientos y emociones de los otros.”

Unas frases de este nivel no se encuentran en las obras literarias, que se sirven del ajedrez.

Allí se destaca significativamente la obra de John Brunner.

También en otro aspecto es única: El intenta convertir una partida, realmente jugada, directamente en un argumento.

Entre aquellos libros, que se atreven a acometer en profundidad el tema del ajedrez, pueda ser – como cree Brunner – el mejor, el más logrado.
¿Sin embargo, está abiertamente logrado?

Dos razones todavía contradicen esta tesis.

Por una parte y no se puede repetir con mucha frecuencia, la vida es demasiado complicada para reducirla a una partida de ajedrez.

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Para el novelista se le presenta de esta forma el deber casi imposible de solucionar, de convertir los movimientos más bien estáticos en una motivación auténtica de la vida.

"But the moves“, schreibt der Autor im Nachwort, „are all there, in their correct order and – so far as possible – in precise correspondence with their effect on the original game. That is to say, support of one piece by another on its own side, threatening of one or more pieces by a piece on the other side, indirect threats and the actual taking of pieces, are all as closely represented as possible in the development of the action” (316).

Traducción: “Pero los movimientos (las jugadas)”, escribe el autor en el epílogo, “están todos allí, en su orden correcto y – tanto como sea posible – en una precisa correspondencia con el efecto del juego original. Se ha de decir, que el apoyo de una pieza por la otra en su propio lado, amenazando a una o más piezas en la otra parte, amenazas indirectas y la toma actual de las piezas, están todas tan cerca representadas como es posible en desarrollo de su acción.”

Esto subraya, cuan lejos Brunner ha llevado su experimento, con qué ambiciones y con qué exactitud ha trabajado.

No obstante tenemos la impresión, siempre admirando a un gran escritor respetado, que no ha sido todo lo afortunado lo que debiera.

Por otra parte el juego de ajedrez es demasiado complicado para convertirlo en una descripción viva.

Sólo el hecho de que las 32 piezas (solamente 16 son revelantes en su actividad), pero ante todo las innumerables variantes y posibilidades que existen, rompen el marco de la literatura.

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Esto se puede comprobar fácilmente a raíz de aquella auto-confesión: “The flow of names was beginning to make me dizzy” (118), traducido: “El flujo de nombres comenzó a marearme”, Lo reconoce Huklyat y de la misma manera lo siente el lector, máxime, cuando todos se llaman Díaz, Ruiz, Cruz, Cortes, González o similar.

Sencillamente, se pierde la visión de conjunto y ningún artista puede lograr conseguirle a todas las piezas los correspondientes colores.

En consecuencia son iguales como los peones de madera del juego de ajedrez, imposibles de diferenciar.

De cierta manera, incluso la clasificación como una ciencia ficción se basa en una confusión porque Brunner rinde más, él ha escrito con “The Squares of the City” una utopía negativa y debe admitir que se le mide con Orwell, Samjatin y Huxley.

También si no alcanza estos niveles, la obra se revaloriza en este nuevo contexto.

El ajedrez le sirve más como matriz que como una metáfora – con esto ha expuesto más que Zweig, Nabokov o muchos otros.

Brunner indica la partida entre William Steinitz y Mikhail Chigorin (Habana 1892), obviamente sin saber, que se trata de un Campeonato Mundial.

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Presuntamente opina que fue la 16ª partida:

Steinitz, William - Chigorin, Mikhail [C77]
World Championship 4th Havana (16), 07.02.1892

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1.e4 e5 2.Cf3 Cc6 3.Ab5 a6 4.Aa4 Cf6 5.d3 Ac5 6.c3 b5 7.Ac2 d5 8.De2 0–0 9.Ag5 dxe4 10.dxe4 h6 11.Ah4 Dd6 12.0–0 Ch5 13.Ag3 Ag4 14.b4 Ab6 15.a4 bxa4 16.Cbd2 Df6 17.Axa4 Ce7 18.Dc4 Ae6 19.Axe5 Axc4 20.Axf6 Cxf6 21.Cxc4 Cxe4 22.Cxb6 cxb6 23.Tfe1 f5 24.Ce5 Tfc8 25.c4 Ta7 26.f3 Cf6 27.Ab3 Rf8 28.b5 a5 29.Ted1 Te8 30.c5 bxc5 31.Td6 Tb8 32.Tad1 Taa8 33.b6 a4 34.Axa4 Rg8 35.Cc6 (Cxc6 36.Axc6 Ce8 37.b7 Ta7 38.Td8) 1–0 PGN

Tablero
Presunta posición final de la novela

 

Fuente literaria: Jörg Seidel

Barcelona, en marzo de 2008

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