Jorge Farfán Kohnenkamp
Jorge Farfán Kohnenkamp
Psicólogo. Chile

El ajedrez más que una guerra

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La partida de ajedrez (1910). Marcel Duchamp
La partida de ajedrez (1910). Marcel Duchamp

Incontables veces se ha dicho que el ajedrez es un campo de batalla, una guerra de dos ejércitos en miniatura a la caza del monarca opuesto. Esta idea muchas veces reforzada por las voces de grandes maestros, solo por citar a dos de los más notables; el Ajedrez es una guerra en un tablero, el objetivo es aplastar la mente del oponente (Bobby Fischer) y el Ajedrez por encima de todo... ¡es una pelea! (Em. Lasker). Si bien no son declaraciones incorrectas, sin duda es una versión reducida de la historia, un relato prosaico del infinito mundo que encarnan 64 escaques y 32 piezas. Por otro lado, cualquier intento de definición será irremediablemente una sombra, una proyección de algo más rico e inquietante. La metáfora bélica del ajedrez en su simplificación excesiva resulta mezquina, como toda metáfora a pesar de su valor, son apenas un boceto, una muletilla estética, que ayuda al iniciado a estar más cerca de aquello que pretende asir.

Más allá de ésta o cualquier otra metáfora, el ajedrez es profundamente simbólico, y por tanto infinito, representa cada plano de la existencia humana, el jugador iniciado puede observar en su experiencia la verdad que encarna esta afirmación, no es necesario alcanzar las cúspides de la competición mundial para ser consiente del necesario equilibrio entre la mente, la emoción y la acción para “un buen desempeño en el tablero”. El mismo juego es instrucción y camino.

El equilibrio no es estático, no se alcanza y ya, el equilibrio es esencialmente dinámico, como el acróbata que recorre la cuerda floja, debe constantemente movilizar y compensar las secciones de su cuerpo para no caer, en ajedrez es similar, la única posición estática es la inicial, y desde el primer movimiento el jugador tratara de mantener el equilibrio para no caer del tablero.

 

Jorge Farfán Kohnenkamp
Mayo 2017

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